martes, 22 de mayo de 2012

NO TITTLE

Veo la foto y recuerdo que, hace un tiempo, cada mañana me levanto pensando en que hoy voy a dejar de fumar. Es que por las noches sueño que me agarran ataques de asma mientras duermo. No sé si lo sueño o si realmente me ahogo por las noches.

Durante toda mi vida mis sueños cruzaron ese límite de lo ficticio e irreal. Eso multiplicado por los engaños de mi memoria vuelven mi re
alidad muy confusa. Porque, en el fondo, siempre creí que mi problema de memoria era más jodido de lo que aparentaba. Además de ser un condimento de la insensibilidad, una excusa heredada para lastimar sutilmente a la gente que quiero, además de todo eso, logra enfrentarme con mi propia realidad. Logra marearme respecto a lo que viví, la gente que conocí, las metas que me propuse.

¿Alguna de todas esas imágenes habrá sucedido realmente? No podría saberlo, no sin testigos.

Ando como por medio de un bulevar, sin poder discernir de qué lado está la cordura, y de cuál la locura. Y resulta muy estresante, porque los carriles de la locura implican una desconexión de la realidad. Y yo soy adicta a la realidad. Sin ella no me queda nada. No podría nunca ser como esos locos lindos. No, no.

Mi memoria es entonces un esfuerzo, una rutina más en esta vida de rutinas. Como Memento. Claro que mi estado no es tan crítico. Ni se acerca. Pero eso es lo más peligroso. Esa forma de actuar sigilosa. Un cuerpo imperceptible y un efecto nocivo.

Dentro de mí, tengo la certeza de que fue cierto, aunque tal vez no lo haya sido. Pero, ficción o no, fue una clara señal de que debo dejarlo. De que estoy a tiempo. Porque tampoco era un ATAQUE, así con mayúscula. Era suave y prolongado. Angustiante y aterrador. Como una amenaza de muerte lenta. Así cada noche desde hace un tiempo.

Todo esto es medio enfermizo, pero aún así creo que los momentos más lúcidos los tengo durante la noche. Incluso algunas veces me desperté por la mañana con una birome en la mano, un cuaderno al lado de mi cama, y una frase escrita en él, sin respetar renglones, pero con una coherencia que me maravillaba.

La mayor parte de mis últimos dos años del secundario los viví sin dormir de noche. No es que vivía de joda, sino que cada noche me acostaba y me quedaba mirando el techo hasta el amanecer.

Cuando trato de explicarme cómo logré sobrevivir a la escuela en ese estado, no puedo hacerlo, porque también esa propia condición desvanecía el límite entre mi fantasía y mi realidad. Lo que recuerdo de aquellos días son las páginas que llegué a escribir durante mi no dormir.

Por eso tengo la sospecha de que la causa y razón primera de mi escribir es mi falta de memoria. Por eso trato de ser lo más sincera posible conmigo misma. Y esto también me hace sospechar que los recuerdos que me quedan no son reales, sólo son recuerdos de lo que recordé alguna vez.

Como cuando una persona vive un acontecimiento que lo marcó tan profunda y sentidamente, que no puede dejar de pensar en ello. Y después de un tiempo se da cuenta de que olvidó todo lo demás, y que si no olvidó aquel momento específico es por haber recordado cada día lo que recordó el día anterior. Una foto de una foto. Entonces se pierden los contornos. El margen de error podría ser infinito pero, ¿quién sabe?

No sé. Yo no sé mucho de estas cosas ni de nada en especial. Por ahora me tengo que acordar de dejar de fumar. Y ver cómo carajo logro eso.





[Carolina Bono - 22 de mayo 2012]

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