miércoles, 6 de junio de 2012

Crónicas de un viaje: "Yo, loba esteparia..."

Desde esta altura, se ven muy distintos todos mis problemas. Lanzo pequeñas piedritas al lago; con ellas se van cada uno de mis pensamientos. Está paz que me invade, se instaló hace una semana; la conservo, intento concentrarla en un círculo pequeño e inyectarla en mi en pequeñas dosis, estoy tratando de no dejarla escapar. Igual, este sentimiento de estar "rara" conmigo misma no se va. Se clavó en el medio de mi pecho como una estaca en el cuerpo de un vampiro y poco a poco se esta ahuecando. Que extraña coincidencia, que lema y qué dilema en el que me encuentro: "PAZ Y RAREZA". Sentimientos que no son ajenos pero que están siendo más que un "yin-yang". Tengo la sensación como si me faltara algo, un sentimiento de perdida, de este no reconocer mi reflejo inmediato frente al espejo.


[¿Por qué no puedo dejar de sentir este "extrañamiento" que es una angustia que corta la respiración y me comprime el pecho?]


No sé, estoy algo cansada de pensar. Acá me dejo fluir, así como fluye el agua de deshielo por la cordillera. Me dejo ir con este viento donde cae la tarde y con ella mueren mis sueños. Sinceramente, aún no tengo decidido mi regreso: no puse una fecha para terminar mi viaje. Quizás pase mi cumpleaños en el Sur y no vuelva a Buenos Aires... Buenos Aires ¿Cómo debe estar todo por allá? Qué lejos está la ciudad. La miro desde aquí y veo tan insignificantes todos los problemas, están lejos mis fantasmas, todos aquellos dilemas que destrozan mi cabeza. Mis amores perdidos, esos amores que hicieron mis sienes sangrar. (¿Cómo debe estar él?) aquella persona que con su exabrupto de un 30 de Mayo me trajo hasta el frío de este hermoso y verde paisaje de mi Infierno.

Es raro (hablando de este sentimiento de "rareza" y otras hierbas de mis afectos) ver a Buenos Aires tan insignificante y tan lejos y, que en esa lejanía, han quedado situaciones y personas; soy consciente que en algún momento tendré que volver y seguirán aquellas personas, donde al pisar suelo porteño me daré cuenta que en cada paso que dé regresare el eco de mis pasos perdidos sobre una calle que ya no recuerdo porque esta costumbre vieja, soberbia y egocéntrica -que ha vuelto para quedarse- decide suprimir a la persona y su recuerdo...


Ya está. Buenos Aires está a unos 1600 kilómetros. Ahora sigo mi viaje. El viejo, bello y querido "Bilbo" Bolsón me espera, estará esperando con el frío saludo de la madrugada. Luego, tierras del país trasandino me esperan.










"De ahora en más viviré viajando.
Lejos de todo lo que me hace mal.
Lejos está lo que estoy buscando..."

[CB -  Camino a "El Bolsón"  6 de Junio]

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